La infraestructura en la postpandemia, una necesidad de cara a los retos de un nuevo paradigma
Especiales22-09-2022
No sabemos con seguridad si el período que habitamos en este momento la historia lo llamará postpandemia, pero sí tenemos una gran certeza: la mezcla de varios acontecimientos como la pandemia del covid-19, la confrontación bélica entre Rusia y Ucrania, las tensiones geopolíticas entre China y USA, y como si fuera poco, una posible recesión global que implica un quiebre en la senda de crecimiento y desarrollo de las economías emergentes, son una combinación perfecta para que los proyectos de construcción de infraestructura se mantengan como uno de los temas más relevantes de la agenda, aunque esta vez en un entorno que impone muchos más retos.
Es bien conocido el rol que puede jugar la infraestructura para el crecimiento y el desarrollo. Al ser intensiva en mano de obra y encadenarse con otras industrias tiene un efecto contracíclico, dinamiza la generación de empleo y es uno de los mejores estabilizadores en tiempos de bajo crecimiento. También, es ampliamente conocido el impacto de esta actividad en la productividad y competitividad de los países en el mediano y largo plazo.
El mundo cambió con la pandemia y con esto, los retos de los últimos años demandarán una acción más efectiva de la sociedad en su conjunto y de sus instituciones. Costos de materias primas crecientes, presupuestos públicos más limitados, financiamiento más costoso y un entorno más demandante en términos de sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza, se imponen desde los mismos inversionistas y un empresariado que hoy brindan mayor valor y reconocimiento a estos temas (ASG).
No obstante, es un reto sustancial lograr su estructuración, financiamiento y ejecución en un entorno de costos crecientes como el que estamos enfrentando en la postpandemia. En el último año, los precios de los insumos y sobre todo el del acero (95 % a/a) se han expandido materialmente, una realidad que ya comienza a reflejarse en los costos de la infraestructura (ICOCIV 6,69 % año corrido) y de la vivienda (ICOCED 6,8 % año corrido).
Es tal la situación que motivados por la coyuntura, gremios locales como la CCI y Camacol han advertido sobre el impacto que esto puede tener en el sector. Justamente, el mes pasado la CCI mencionó estar preocupada por los altos precios de los insumos y el efecto que pueda generar en la viabilidad de los proyectos de infraestructura. De hecho, propone que en nuevos contratos se incorporen fórmulas de reajuste de precios que permitan subsanar el problema. De igual forma, aunque ya en el mundo de la vivienda, Camacol advirtió sobre el riesgo que correrían 250.000 viviendas ya contratadas.
Sumado a lo anterior, las tasas de interés de referencia de los bancos centrales a nivel mundial han incrementado. En Colombia, el Banco de la República ha incrementado su tasa en 725 pbs (puntos básicos) hasta 9 %. Parte de este movimiento, ya se ha transferido a los costos de los créditos para construcción y se espera que sigan haciéndolo, no solo por los rezagos naturales en la transmisión de la política monetaria, sino porque el fin del periodo de incrementos de tasa es todavía incierto. Al corte de julio la tasa media de financiación de la adquisición y construcción de vivienda son del 13,6 % y 14,38 %, respectivamente.
Por lo anterior, es necesario que las sociedades usen todos los recursos e instrumentos disponibles para lograr los objetivos propuestos: un reto no menor, si se considera que el momento demanda no solo infraestructura, sino mejor infraestructura. Según el WEF en su informe Six Qualities of Sustainable Infrastructure se habla de que una infraestructura sostenible deberá incorporar como pilares:
- Beneficios compartidos.
- Resiliencia ambiental.
- Aceptación social.
- Efectividad económica e institucional.
- Pensar en el futuro.
- Tener potencial para una masa crítica.
De hecho, ya algunos se atreven a hablar de un cambio más profundo, es decir, en el paradigma económico político materializado en diversos escenarios que van desde las discusiones abordadas en el G20, hasta el giro político de la mayoría de los países de América Latina en los últimos años.
En este entorno, es en donde una acción coordinada entre Estado y Mercado debe seguir teniendo lugar, incluso atreverse a ir más lejos al incluir nuevas metas sociales y ambientales. No es una reflexión a la ligera, es solo la dirección hacia donde apuntan los nuevos paradigmas que brotan en el debate público actual, muchos de ellos en el seno del mismo sector privado. Un ejemplo claro de esto es que recientemente Larry Fink, CEO de BlackRock escribió lo siguiente en una carta a los CEO's frente a un capitalismo que considere a todos los grupos de interés:
"El capitalismo de los grupos de interés no tiene que ver con la política. No es una agenda social o ideológica. No es "woke" (retórica progresista). Es capitalismo, impulsado por relaciones mutuamente beneficiosas entre usted y los empleados, los clientes, los proveedores y las comunidades en las que su empresa se apoya para prosperar. Este es el poder del capitalismo”.
Larry D. Fink, CEO BlackRock
En una línea diferente, pero igualmente propositiva, la profesora Mariana Mazzucato habla de la necesidad de un nuevo consenso económico al igual que el consenso de Washington en los años 80. Lo llama el consenso del Cornwall y respecto al mismo destaca lo siguiente:
"El Consenso de Cornwall también haría que pasáramos de arreglar reactivamente los fallos del mercado a moldear y crear proactivamente los tipos de mercados que necesitamos para alimentar una economía verde. Nos haría sustituir la redistribución por la predistribución. El Estado coordinaría las asociaciones público-privadas orientadas a la misión y destinadas a crear una economía resistente, sostenible y equitativa".
Mariana Mazzucato, economista y profesora
Sería entonces un error confundir un rol más activo del Estado, con uno en el que el Estado deje de lado la iniciativa privada. A juicio de quien escribe, estos nuevos paradigmas no entran en contradicción con la esencia misma del capitalismo, por el contrario, puede ser la oportunidad para que las sociedades impulsen un capitalismo 2.0, más sostenible para quienes interactúan en él.
A pesar de su talante reformista y de plantear un rol más activo del Estado, el nuevo gobierno de Colombia en su empalme con el gobierno saliente, deja claro que las actuales iniciativas en materia de infraestructura no entran en contradicción con sus planes. Por el momento parece que los ajustes que vendrían al sector serían más de enfoque y de forma, en busca de que se involucre más a las comunidades con un sentido de preservación ambiental y de mitigación de los impactos causados.
Así, el entorno de la postpandemia trae consigo grandes retos en medio de un entorno económico más ácido y un cambio de paradigma frente al rol del Estado y la sostenibilidad, que demanda más inversión y con un enfoque más amplio.
Por lo anterior, el Grupo Bancolombia resalta experiencias en el plano local en las que el sector privado puede aportar. Un ejemplo de ello es su reciente crédito sostenible a Nutresa en el que existe un beneficio de tasa, sujeto al cumplimiento de dos indicadores ambientales:
- 100 % empaques reciclables reutilizables o compostables.
- Reducir el 40 % de las emisiones, ambos a 2030.
Iniciativas en este sentido, en las que además se involucre al Estado en su nuevo rol, podrían ayudar a financiar las necesidades de infraestructura. Es por esta vía de trabajo articulado con consciencia social y ambiental como podrán superarse los retos de la postpandemia.
Si se logra, se podría hacer incluso que la pandemia y sus calamidades no sean las que le den nombre al periodo que actualmente vivimos.
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