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Unguía estaba ciego y vio la luz

Texto: Adolfo Zableh.

Fotografías: Gilber Franco.

Producción: Dirty y Focograma.

Unguía estaba ciego y vio la luz

Texto: Adolfo Zableh.

Fotografías: Gilber Franco.

Producción: Dirty y Focograma.

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En el municipio de Chocó no había ventiladores ni lámparas
ni neveras ni televisores. No tener luz era ley. Hasta que un incidente acabó
con la empresa de electricidad. Fue entonces cuando HG Ingeniería convocó a
diferentes empresas para conformar un equipo multidisciplinario y así lograr
la viabilidad del proyecto El sol brilla para Unguía. Hoy el pueblo cuenta con
luz continua 22 horas al día y una central eléctrica solar que le da vida,
desarrollo y orgullo a toda una población.

Vivir en el pasado es fácil, basta con no tener luz. Eso lo saben bien los habitantes de Unguía, un pueblo del Chocó al que le sobran recursos naturales y le faltó desarrollo, como a muchas poblaciones colombianas.​

​Ubicado más cerca de la frontera con Panamá que de la capital del departamento, su ubicación es al tiempo su fortuna y su desdicha. Unguía tiene riquezas infinitas, y no se trata solo de sus paisajes y sus fuentes de agua. Exporta maíz y plátano y es zona libre de aftosa, lo que lo hace un lugar inigualable para la pesca, la agricultura y la ganadería. Es vecino de Turbo y a él se llega por mar, cruzando el golfo de Urabá; y luego por río, navegando el Atrato. ¿Opciones terrestres? Pocas. La población más​ cercana, Acandí, está a tres horas por trocha. Y eso es

ahora, que hay motos; antes, cuando el recorrido se hacía a pie o a caballo, la aventura podía durar un par de días, aunque son apenas 55 kilómetros.  ​

​Conocido también como ‘La puerta del Darién’, el gran drama del municipio, que ha vivido por años bajo el yugo del conflicto armado, ha sido carecer de fluido eléctrico constante, detalle que ha ayudado para sumirlo en el subdesarrollo. Al estar desconectado de la gran red nacional de energía, se valía de una planta de diésel que lo abastecía durante ocho horas diarias. Aunque, en realidad, debido a los constantes cortes, solía carecer de luz durante al menos veinte de las 24 horas del día. Hoy esa relación es totalmente diferente y, salvo un rato en la madrugada, Unguía tiene electricidad 22 horas al día.

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El conflicto armado y la falta de energía eléctrica mantuvo a Unguía en el subdesarrollo durante años. Hoy la situación es muy diferente.

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Unguía se resignó a la oscuridad como si fuera un mal necesario, y no entendía que eso la estaba condenando al atraso. Su planta eléctrica, SPUN SAS ESP, no tenía la capacidad suficiente para los 12 mil habitantes del lugar, no había medidores, el cobro se le hacía a poco más del 30 por ciento de los usuarios y el flujo de caja se manejaba más como si fuera el de una tienda que el de una compañía prestadora de un servicio público. A esta problemática se le sumaba el de la violencia. El pueblo fue escenario de ajustes de cuentas entre grupos armados, lo que provocó que casi la mitad de la población se marchara a otros lugares y que innumerables fincas quedaran abandonadas. ​

Las noches se iluminaban con velas o lámparas de kerosene y tener bombillos, ventiladores, televisores o neveras era un lujo. Bien lo dice Dairon Restrepo, nacido en Unguía hace 32 años. "Mi mayor impacto fue cuando salí por primera vez y vi que el resto del mundo estaba repleto de electrodomésticos y tenía luz durante todo el día. Solo ahí me di cuenta del atraso en el que estábamos". Y no tuvo que ir muy lejos, le bastó con llegar a Apartadó para notar la diferencia.​

​El trabajo nunca le fue extraño, ya que empezó a los siete.

Ubicado más cerca de la frontera con Panamá
que de la capital del departamento, su ubicación
es al tiempo su fortuna y su desdicha.  

No había mucho tiempo para ser niños, los juegos casi se limitaban a las clases de educación física en la escuela, y el resto del tiempo —tardes después de clase y fines de semana— Dairon trabajaba en la parcela de un tío, propietario de una nevera, donde su abuela congelaba bolis (refrescos) que después vendía en el pueblo. “Antes de salir de Unguía, solo vi una nevera en mi vida y fue la suya”, recuerda. ​

​También, en plena infancia, una de las personas más pudientes del pueblo tenía un televisor. Nada del otro mundo, eso sí. Se trataba de un aparato en blanco y negro con perilla para cambiar los canales. “Varios niños del pueblo pasábamos por la noche cuando había luz y, si​

veíamos que estaba prendido, nos quedábamos viendo dibujos animados o, en general, el programa que estuvieran dando, solo por el plan. Nos gustaba Dragon Ball Z y tratábamos de no perdernos ni un episodio, si la luz dejaba, claro”.​

​Pero en Unguía la electricidad era tan inestable como impredecible y la planta podía quedar fuera de servicio durante semanas, meses incluso. Tampoco había teléfonos y, si algo fallaba o se necesitaba un repuesto, había que dirigirse al Telecom del pueblo, hacer fila para acceder a una de las tres cabinas disponibles y llamar a Acandí a reportar, ya que la planta y todo Unguía dependía de aquel pueblo.​



 

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En Unguía, la infancia transcurría bajo la luz de las velas.

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El tiempo pasó. Dairon emigró. Primero al Cesar, luego a Montería, donde no solo terminó el bachillerato, sino que hizo un curso en el Sena y se graduó como Ingeniero Electromecánico. Sus conocimientos lo llevaron a tener trabajos en Medellín, Meta, Ecuador y Unguía mismo, donde hoy se desempeña como ingeniero de la planta eléctrica solar.​

​Con el tiempo Unguía se independizó de Acandí y pasó a tener hasta 16 horas diarias de luz. Y aunque la situación iba mejorando, los cortes y los daños por largas semanas seguían siendo una constante.​

En una de esas crisis y cansados de la situación, los habitantes organizaron una protesta en diciembre de 2018 que se salió de las manos y que terminó con la empresa de servicios públicos y la alcaldía incendiadas. Luego de meses sin luz y de ver afectado el suministro de agua, porque las bombas del acueducto dependían del funcionamiento de las plantas de electricidad, la incomodidad y la frustración de siempre se convirtieron en emergencia sanitaria. Sin embargo, pese a la tragedia, este fue un capítulo que hizo que la historia del pueblo se transformara para bien.  ​

Mi mayor impacto fue cuando salí por primera vez y vi que el resto del mundo
estaba repleto de electrodomésticos y tenía luz durante todo el día.
Solo ahí me di cuenta del atraso en el que estábamos

La firma HG Ingeniería estaba adelantando unas obras contratadas con el gobierno durante las protestas en Unguía y vivió la crisis de primera mano. Y si es cierto aquello de que de los problemas surgen las oportunidades, la evidente mejora del pueblo, después de aquella revuelta, confirma dicha premisa. De la inaplazable necesidad de un servicio eléctrico estable y de calidad surgió la idea de construir una nueva planta de generación, incorporando energía solar fotovoltáica, que acabara no solo con la vieja, sino con la frustración de toda la región.  ​

​Pero para concretar una obra de ese calibre no basta con levantarse un día con ganas de hacerla y ya; se necesita una gestión tan grande como novedosa. Y por eso es que esta

historia de superación y desarrollo vale la pena ser contada.​

​A diferencia de como suelen hacerse este tipo de proyectos, esta iniciativa tuvo su origen en la empresa privada. El sueño se hizo realidad gracias a que toda comunidad se involucró desde el primer momento y que hoy sigue cuidando de esa planta, que la llena de orgullo. 

​No fue fácil: había que cumplir con todos los requisitos técnicos y tener el visto bueno de diferentes entes del Estado, conseguir la financiación y lograr que la operación fuera sostenible.​

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Ana María Murillo, gerente de Genercol SAS ESP y quien lideró desde el principio el proyecto El sol brilla para Unguía.​

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La comunidad inició la obra en mayo de 2020, plena pandemia, lo que implicó permisos especiales y demoras en el transporte y ensamblaje de equipos y materiales; y entró en operación ese mismo diciembre. En 2019 se obtuvo el préstamo con Bancolombia, gracias a una línea de crédito para electrificación rural que manejan Bancoldex y el Banco Interamericano de Desarrollo, BID. "Los asesores comerciales del banco entendieron la dimensión del proyecto y su enorme impacto social en la 

región. Y, a pesar de que por lo novedoso aún no contaba con un marco regulatorio y tenía muchos obstáculos por la situación de violencia, ellos buscaron los mecanismos para poder prestar el dinero que necesitábamos y así sacar adelante la planta”, asegura Ana María Murillo, hoy gerente de Genercol SAS ESP, empresa de servicios públicos, que tiene a su cargo la administración, operación y mantenimiento del proyecto El sol brilla para Unguía. 

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La planta eléctrica ocupa un área de tres hectáreas y, al ser híbrido, permiten ahorrar 180 galones del combustible al día.​

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El parque solar El sol brilla para Unguía (imposible encontrar un mejor nombre) es no solo una maravilla tecnológica, sino una conquista de vida. Ocupa un área de tres hectáreas y, al ser híbrido, maneja mucho menos diésel de lo normal gracias a los más de 2 mil paneles solares que tiene y que permiten ahorrar 180 galones del combustible al día. En Colombia se consumen 2.5 millones de galones de diésel al mes para alimentar todas las plantas de generación de energía que no están interconectadas a la gran red nacional, así que, aunque sea solo uno, este proyecto aporta a la conservación del medio ambiente y a la reducción de CO2. A la fecha, El sol brilla para Unguía ha mitigado 490 toneladas de CO2 al planeta. ​

​Los equipos con los que funciona son franceses, las plantas eléctricas vienen de Inglaterra, las máquinas de​
 

control son alemanas y el material solar es de origen estadounidense. Todo llegó después de un complejo camino que incluyó transporte terrestre de Cali a Turbo. Y luego por agua: primero por mar y después por río, hasta Unguía, donde se descargaron no con ayuda de grúas especiales ni montacargas, equipos que no existen allá, sino de toda la comunidad. Una vez en tierra otra vez, había que llevarlos tres kilómetros afuera del pueblo en camiones y tractores hasta el parque solar. Genercol SAS ESP, empresa creada por HG Ingeniería, opera la planta a un contrato que se extiende durante veinte años, mientras que ESPUN SAS ESP, la empresa de servicios públicos de Unguía, se encarga de la distribución y comercialización de la energía. El trabajo en equipo de Genercol y ESPUN, que es propiedad de la comunidad, ha logrado reducir la cartera de pago de energía en un 40%, gracias a que ahora cuentan con oficinas, sistemas de cómputo, software contable y sistema de facturación de energía.​

De la inaplazable necesidad de un servicio eléctrico estable y de calidad
surgió la idea de construir una nueva planta de generación, incorporando
energía solar fotovoltáica, que acabara no solo con la vieja, sino con
la frustración de toda la región.

“La gente en Unguía estaba molesta, frustrada, así que sentimos que era nuestra obligación tomar la iniciativa”, cuentan Ana María Murillo y Fabio Sánchez, director técnico de la central de Unguía y quien estuvo presente durante las protestas de 2018. “A partir de esa crisis empezamos a estructurar el proyecto que incluyo esfuerzos simultáneos desde diferentes frentes. No solo hablamos con el Ministerio de Minas y Energía, sino con todo el pueblo para conocer sus necesidades. Un grupo interdisciplinario de ingenieros, sociólogos y abogados logró sacarla adelante al tiempo que se gestionaba la​

parte presupuestal con Bancolombia”, concluyen.​

​Liderando el equipo legal estuvo Leonardo Jiménez, especialista en derecho energético y contratación con el Estado. “Las zonas no interconectadas son altamente reguladas en Colombia, y no es que sean un obstáculo, es la legislación y punto. Hay normas de la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg), del Ministerio de​ Minas y de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios, y todas hay que cumplirlas”, explica.​

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Abogado Leonardo Jiménez, asesor jurídico del proyecto. Fotografía: Juan Manuel Vargas.​

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Para Leonardo, este ha sido uno de sus mayores logros profesionales. “Lo tradicional es que el Estado invierta en infraestructura de manera directa y acá lo hicimos al revés, una compañía particular operando con apoyo y subsidio del Estado. Este modelo no se había aplicado antes en el país y requirió armar una legislación y un contrato legal que no se habían visto antes, fue como crear todo de cero”. Dicho trabajo le tomó cerca de un año y mientras no estuviera todo claro y aprobado, no se podía poner el primer ladrillo. Jiménez también trabajó de cerca con Bancolombia para encontrar el mecanismo de financiación ideal que se adaptara a las necesidades del proyecto

mismo y de su marco regulatorio. Leonardo hoy sigue involucrado, haciendo acompañamiento legal ante cualquier eventualidad que se presente.​

​Aunque lo de Unguía es todo un logro, no se trata de una historia aislada. En Colombia existen cerca de 1800 localidades no interconectadas, lo que equivale a más de 25 millones de personas en todo el territorio nacional. San Andrés, Amazonas, Caquetá, Guaviare, parte del Meta y de Chocó están incluidos en dicho listado, y la logística para cambiar la situación representa todo un desafío tecnológico, social y ambiental.   ​

A la fecha, El sol brilla para Unguía
ha mitigado​ 490 toneladas de
CO2 al planeta.

Queda mucho por hacer, pero el cambio es más que palpable. El primer año de operación de la planta fue para Unguía motivo de alegría y júbilo para Ana María, para la comunidad y para todos los actores involucrados (Bancolombia, Gobierno, HG Ingeniería, ESPUN), un salir de la apatía y de la rabia para volver a creer. El segundo, 2022, fue de crecimiento e inversión. Hoy en el pueblo ya no se ven casas a medio iluminar, sino edificios, hoteles, supermercados, una procesadora de plátano, otra de lácteos y comercio en general, con locales de carpintería, modistería y lavado de carros, entre otras actividades económicas. Se han fortalecido los escenarios deportivos, hay internet y se ha mejorado la conectividad. Cada vez​

quedan más lejos las épocas en que temprano en la mañana se sacrificaba al animal que se iba a consumir durante el día para que la carne no se pasara, y en las que el calor y las enfermedades se combatían a punta de unos pocos ventiladores y toldos contra los mosquitos.​

​Hoy es raro ver una casa que no tenga un televisor, una nevera, e incluso el mencionado aire acondicionado. “Es que más que un crecimiento, ha habido una explosión. El desarrollo llegó por fin a las vidas de los habitantes de Unguía y es imparable”, comenta emocionada Ana María.

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El parque solar El sol brilla para Unguía es no solo una maravilla tecnológica, sino una conquista de vida.​

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