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El lado positivo de las burbujas tecnológicas

The New York Times Company20-04-2021

Tiempo de lectura: 4 minutos

Por Shira Ovide

El lado positivo de las burbujas tecnológicas

Hablemos de qué tienen en común la burbuja de las bicicletas del Reino Unido de hace más de un siglo y las modas actuales en torno a los tokens no fungibles, las empresas emergentes y las compañías de vehículos eléctricos. 

Ya llevamos más de 10 años en una fiebre del oro de la tecnología que en algunos rincones no tiene ningún sentido. Cuando la locura se disipe, si es que lo hace, la gente podría perder una fortuna. Sin embargo, en conjunto, las manías tecnológicas sí aportan cosas buenas. Como dijo mi colega Erin Griffith: “Las burbujas, aunque son desordenadas, conducen al progreso”.

Hace poco, hablé con William Quinn, profesor de la Universidad de la Reina de Belfast y coautor del libro “Boom and Bust”, sobre la historia de las burbujas económicas, incluidos el derrumbe bursátil de 1929 en Estados Unidos y la crisis financiera de hace más de una década.

El libro identificó tres condiciones fundamentales presentes en las burbujas: la solicitud de préstamos es barata o la gente tiene mucho dinero ahorrado. Cada vez es más fácil comprar y vender activos, como lo que está ocurriendo ahora con las aplicaciones de comercio bursátil como Robinhood. También existe una mentalidad de que los precios de los activos solo pueden subir.

Todas esas condiciones, como lo escribió hace poco Griffith en un artículo divertidísimo y útil, están presentes en este momento. Eso es parte del motivo por el que estamos viendo repuntes de acciones tipo “meme” como GameStop, el revuelo por los TNF y ofertas públicas iniciales espectaculares, entre ellas la que dejó sin palabras al director ejecutivo de Airbnb.

No obstante, Quinn también me dijo que las burbujas relacionadas con la tecnología son distintas a otros ciclos de auge y decadencia en aspectos importantes. Para empezar, no suelen arruinar al mundo. “No me preocupa que los TNF provoquen la siguiente crisis financiera o algo así”, afirmó.

A diferencia de la burbuja inmobiliaria, las burbujas tecnológicas no suelen inflarse en función al dinero prestado que puede provocar efectos dominó. En general, las tecnologías especulativas están un tanto desconectadas del resto de la economía.

Además, Quinn dijo que cuando las burbujas tecnológicas se revientan, pueden dejar algo positivo a su paso. Aquí es donde la burbuja de las bicicletas viene al caso.  

La invención de la bicicleta “de seguridad” a finales del siglo XIX fue una revelación, y el diseño básico sigue vigente hasta nuestros días. Quizá no consideremos la bicicleta como tecnología, pero fue un invento significativo para el transporte relativamente confiable y asequible.

También desató un frenesí de fabricantes de bicicletas británicos que empezaron a cotizar en bolsa, registraron cotizaciones bursátiles altísimas y luego colapsaron. Lo que quedó de todo eso, según Quinn, fueron personas y empresas que, en algunos casos, ayudaron a dar paso a nuevas innovaciones en los autos, las motocicletas y los neumáticos. Algunos de los pioneros de las bicicletas siguen por ahí hasta la fecha.  

Al igual que con la burbuja de las bicicletas, hubo efectos positivos tras la burbuja puntocom de finales de la década de 1990 en Estados Unidos. Algunas empresas sobrevivieron y prosperaron, entre ellas estuvo Amazon. Las empresas de telecomunicaciones que se declararon en quiebra dejaron un legado de vías útiles en internet que permitieron un auge en línea.   

Más recientemente, el colapso de las criptomonedas hace varios años hizo que más personas se interesaran en los beneficios de la prometedora tecnología subyacente, como la cadena de bloques.  

“La manía de las burbujas puede ser una distracción”, dijo Griffith, pero agregó: “La perspectiva de muchas personas en el sector tecnológico y de finanzas es que una manía o un frenesí atrae atención, emoción, entusiasmo y talento hacia algo nuevo”.  

No quiero ignorar el daño que causan los colapsos tecnológicos. Cuando se revientan las burbujas, las personas pierden sus empleos y, en algunos casos, todos sus ahorros. Quinn dijo que cree que los reguladores deben hacer más para evitar que los charlatanes estafen a las personas y se marchen con millones en sus bolsillos. Griffith afirmó que le preocupa que la gente que termina en bancarrota tras las modas tecnológicas se vuelva resentida.  

Quinn dijo que cree que las burbujas, que eran relativamente poco comunes entre las décadas de 1920 y 1980, ahora suceden con mayor frecuencia. El dinero y la información viajan con mucha velocidad por todo el mundo, lo cual ayuda a alimentar las manías. Las burbujas quizá sean un elemento fijo de la vida moderna, con todos los posibles daños y beneficios que conllevan.
        

  • Estamos viendo una manía por las ideas tecnológicas extravagantes, pero las burbujas tecnológicas no son necesariamente lo peor del mundo. (Nicholas Law/The New York Times).

 

c.2020 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por The New York Times Licensing Group

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