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‘Yo conozco el fin del mundo’

The New York Times Company10-03-2022

Tiempo de lectura: 8 minutos

Por David Gelles

Entrevista a Sara Menker fundadora Gro Intelligence

Cuando Sara Menker fue niña en Etiopía durante la década de 1980, estuvo expuesta a los extremos del privilegio y la pobreza. Aunque sus padres eran de clase media y ella asistió a una excelente escuela privada en la ciudad capital de Adís Abeba, muchos de sus compatriotas sufrían de hambruna e intranquilidad social.

Después de conocer a un representante del departamento de admisiones de la universidad Mount Holyoke en Massachusetts cuando estudiaba el bachillerato, Menker terminó en la pequeña escuela de humanidades para mujeres. De ahí, pasó a Morgan Stanley en Nueva York, donde empezó a comerciar productos básicos.

Sin embargo, nunca dejó de pensar en la inseguridad alimentaria. Mientras estuvo en Wall Street, Menker quedó cautivada con el sistema alimentario mundial y sus ineficiencias. En 2014, renunció y fundó Gro Intelligence, empresa que utiliza la inteligencia artificial para pronosticar las tendencias en la agricultura.

Gro, una firma privada, ha recaudado más de 125 millones de dólares en financiamiento y tiene oficinas en Nueva York, Singapur y Nairobi, Kenia. A partir de miles de fuentes de datos, la empresa predice escenarios como hacia dónde se dirigen los precios de la soya, cómo impactará el cambio climático en la tierra cultivable y qué está pasando con el cultivo de café en Brasil.

Entre sus clientes se cuentan HSBC, Tyson Foods y la Cámara de Comercio de Estados Unidos. Y, a Menker, quien en 2017 dio una plática TED Talk en la que predijo una crisis alimentaria mundial, le sigue preocupando la alimentación en el mundo.

 

Esta entrevista se resumió y editó con fines de claridad.

P: ¿Me puedes contar un poco sobre tu infancia en Etiopía?

  • R: Crecí en Adís Abeba en los años ochenta. Era una época en la que Etiopía salía en las noticias. Había hambruna, pobreza y todo eso. Era una época muy distinta, pero creo que le dio forma a una gran parte de lo que soy ahora.
  • Crecí en una familia bastante buena y sólida de clase media. Mi madre trabajaba como costurera para Ethiopian Airlines. Mi padre trabajaba en la Comisión Económica por África de las Naciones Unidas.
  • Una peculiaridad de Etiopía es que nunca fue colonizada, así que era el centro de unión de los países africanos. Adís Abeba era la ciudad a la que llegaban los líderes africanos para debatir temas como la descolonización. Por lo tanto, siento que crecí más conectada con el resto del mundo, porque cuando era niña, aunque Adís Abeba salía en las noticias, en esencia era una ciudad cosmopolita de muchas nacionalidades distintas que vivían ahí porque era una especie de crisol de la diplomacia.

 

P: Aunque no viviste en persona la hambruna, lo más seguro es que hayas estado muy consciente de ella y te haya afectado.

  • R: ¡Por supuesto! Primero que nada, debes recordar que venimos de familias enormes. Mi mamá tiene 24 hermanos. Y en la infancia eres muy consciente de ello. Yo crecí en un país en el que se racionaban el combustible, los alimentos, el azúcar, el papel de baño sin importar quién fueras. No importaba que vivieras dentro o fuera de Adís Abeba. Cuando se dio la escasez de papel de baño durante la pandemia de la COVID-19 y todo el mundo se abalanzó para abastecerse, yo pensé: “No sé por qué hacen eso. Tengo como 80 rollos de papel de baño”.

    Me respondían: “¿Por qué tienes 80 rollos de papel de baño?”, y les contestaba: “¿Qué así no se vive la vida? ¿Con el temor de que las cosas se puedan acabar?”. Pero así nos criamos, muy conscientes de que no puedes dar nada por sentado, que todo puede desaparecer. Teníamos vecinos que desaparecían.

 

P: ¿Cómo fue que terminaste en una universidad de Estados Unidos?

  • R: Estudié muchísimo. Quería irme. Mis padres sacrificaron absolutamente todo para enviarnos a la mejor escuela del país y todos los días sabía que mi obligación con ellos era que me fuera bien, porque ellos renunciaban a la mayoría de su ingreso para garantizar que fuéramos a esa escuela.

    Además, mi papá nació en una cárcel italiana. Mi abuelo orquestó la conspiración para asesinar al general Graziani cuando Mussolini intentó colonizar Etiopía y terminó costándole la vida. Asesinaron a mi abuelo cuando mi abuela estaba embarazada de mi papá y fue prisionera de guerra en Italia, así que dio a luz a mi papá en una cárcel italiana. Por lo tanto, me crie en una familia muy fuerte, con ese sentido de luchar por la supervivencia, y simplemente sentí que le debía a mi familia que me fuera bien en la vida.

 

P: Cuando entraste a Morgan Stanley, ¿supiste que querías estar en el sector financiero por el resto de tu vida o pensaste: “Debo irme lo más rápido que pueda”?

  • R: Decidí que el único trabajo que podía tener en las finanzas era trabajar con los productos básicos. Era la única sección de las finanzas que para mí estaba conectada con el mundo real y todas las cosas que me importaban. Un día, me desperté y decidí que estaba lista para comercializar. Así que fui con mi jefe y le dije: “Oye, me vas a contratar para trabajar con gas natural”. Él me respondió: “No estoy contratando”. Y le contesté: “No, no, en serio, me vas a contratar”. Y lo hizo, así que empecé a realizar operaciones con gas y luego lo ascendieron y yo me encargué de ese negocio.

    Pero, con el tiempo, dejé de tener la pasión para seguir trabajando. Me había convertido en una especie de robot. Iba a trabajar todos los días. Era muy buena en lo que hacía. En verdad me fascinaba la gente para la que trabajaba. Era una industria rara donde trabajar. Quiero decir, en otras palabras, que la industria energética casi no se parece en nada a mí.

 

P: Cuando te aburriste en Morgan Stanley, ¿sabías con precisión qué querías hacer?

  • R: Sí. Gro nació de la crisis financiera. Los precios de las acciones de todos los bancos estaban a punto de llegar a cero y tenía un colega que de verdad creía que el mundo se estaba acercando a su fin. Mi colega pensaba que la mejor cobertura era comprar la mayor cantidad de oro posible. Todo el día, compraba barras de oro, monedas de oro, fondos cotizados (EFT, por su sigla en inglés) de oro. También compraba muchas armas. Y yo solo pensaba: “¿Qué estás haciendo?”. Estaba muy enojada con él porque creía que el fin del mundo era que el precio de las acciones de Morgan Stanley llegara a cero. “Primero que nada, yo conozco el fin del mundo. No es así. Y segundo, ¿cómo te vas a sentir cuando cambies una barra de oro por un saco de papas?”.

    Así que, a pesar de él, busqué comprar un poco de tierra de cultivo, porque pensé que para la inflación en realidad era una buena cobertura tener un terreno donde pudiera sembrar mi propia comida. Y eso me hizo darme cuenta de cuán caóticos eran los sistemas agrícolas de todo el mundo y cómo muy pocos de ellos tenían alguna lógica económica. Al final, no invertí en el terreno, sino que terminé por invertir una tonelada de tiempo en aprender todo lo posible sobre agricultura y simplemente me obsesioné por completo.
    ¿Cómo puede ser que hayamos hablado sobre seguridad alimentaria durante décadas, pero cada vez que hago una pregunta solo recibo más preguntas? Cada vez que busco una respuesta e intento encontrar datos, no puedo encontrar lo que necesito. Me involucré mucho con ese problema. Y me preguntaba: “¿Qué puedo hacer por África?”. Así que, cuando renuncié, fue con esta idea muy vaga: “Voy a empezar una empresa y va a estar medio relacionada con datos y agricultura”.

 

P: A lo largo de los años, has hablado sobre una especie de crisis alimentaria. ¿Sigues creyendo que estamos enfrentando una crisis alimentaria a nivel mundial?

  • R: Si te fijas en las actuales presiones inflacionarias en el mundo y la cantidad de inflación alimentaria que estamos viviendo, es impactante. Fíjate cuánto suben los precios de los alimentos año con año, incluso en Estados Unidos, que tiene la bendición de ser en esencia autosuficiente en todo el sentido de la palabra cuando se trata de comida. Por lo tanto, cuando piensas en cómo se traduce eso en un mundo donde las divisas se han visto diezmadas a causa de la COVID-19 y en las realidades económicas que existen, nuestros sistemas simplemente están fatigados. Y la razón detrás de la inflación en realidad es que hay una cantidad sin precedentes de impactos al suministro y la demanda al mismo tiempo. Si consideramos el mercado del aceite vegetal y la sequía de Canadá en el último año, o nos fijamos en el precio de la avena, año con año ha subido como un 70 por ciento, porque la mayoría de la producción está en Canadá.

    Los mercados tienen una incapacidad estructural para ajustarse a este tipo de cosas que ocurren, por lo que esas debilidades siguen existiendo, y la demanda per cápita está aumentando más de lo que pensábamos. El suministro intenta mantener el paso, pero se topa con esta especie de carrusel en el que vivimos. No hemos arreglado nuestros sistemas para enfrentar eso y eso es lo que me quita el sueño.

 

P: ¿Crees que hay demasiada gente en la Tierra? ¿Eres un poco maltusiana en tu manera de pensar todo esto? ¿O el planeta Tierra puede sustentar a nueve mil millones de humanos con gustos cada vez más sofisticados?

  • R: Podemos mantenerlo. Hay dos lugares donde hay crecimiento. Uno es por medio de las cosechas: cultiva más en la misma cantidad de tierra. El otro es expandir el área, algo que no queremos en este momento, porque la mayoría de esa expansión de superficie en esencia es deforestación. Por eso hay una tensión entre el crecimiento económico y la conservación ecológica. Así que las preguntas que haces son: ¿cómo aumento la producción? ¿Cómo aumento las cosechas?

 

P: Algunos vegetarianos sugieren que un giro lejos de una dieta alta en carne es una especie de bala de plata. Si reducimos de una manera drástica la cantidad de carne que se consume, ¿resolvería algunos de nuestros problemas?

  • R: No es una bala de plata. Es un paso pequeño. Y debemos dar todos los pininos que queramos. Pero no creo que debamos hacer falsas promesas. Y, si te fijas, en los últimos diez años ha aumentado el consumo de carne per cápita incluso en Estados Unidos. No ha disminuido. Es decir, es la naturaleza humana. Como humanos, nos quiero, pero no somos tan buena gente.

 

        
Menker, Sara

  • Gro Intelligence
  • Greenhouse Gas Emissions
  • Agriculture and Farming
  • Food Insecurity
  • Executives and Management (Theory)
  • Addis Ababa (Ethiopia)
  • Food
  • Prices (Fares, Fees and Rates)
  • Inflation (Economics)
  • Famine
  • Ethiopia

 

c.2020 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por The New York Times Licensing Group

 

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