[Entrevista] ‘Soya Maíz: Proyecto País’ la iniciativa que protege el futuro alimentario de Colombia
Actualidad economica y sectorial09-07-2025

Colombia tiene la capacidad para convertirse en el mediano y largo plazo en un productor de maíz, soya y sus derivados para autoabastecer el mercado interno y reducir el ritmo de las importaciones de estas materias primas. Precisamente, con el proyecto ‘Soya-Maíz: Proyecto País’, un grupo de empresarios busca avanzar en ese propósito.
En Capital Inteligente, hablamos con Arturo Adolfo Dajud Durán, gerente nacional de la iniciativa, sobre los principales retos en esta materia y por qué es necesario para la seguridad alimentaria del país articular las políticas que permitan desarrollar esta industria.
Capital Inteligente: ¿Cómo ha evolucionado la balanza comercial del maíz, la soya y sus derivados en Colombia?
- Arturo Dajud: En el último año, Colombia importó 8,8 millones de toneladas de materias primas destinadas a la alimentación animal. De este total, 6,4 millones de toneladas correspondieron a maíz amarillo, más de 1,7 millones a torta de soya, 443.000 toneladas a frijol de soya y 288.000 toneladas a aceite de soya.
Todas estas materias primas son empleadas en la formulación de alimentos balanceados para la producción de proteína animal y nutrición de mascotas. El valor total de estas importaciones alcanzó los USD2.600 millones (CIF) o $10,9 billones, cifra comparable al impacto fiscal de una reforma tributaria.
Este proceso refleja el esfuerzo realizado tanto por los empresarios de la industria de alimentos balanceados, como por los productores de huevo, pollo, cerdo, pescado y leche, principalmente, quienes importan maíz, soya y sus derivados para elaborar sus propios alimentos balanceados.
En este contexto, la producción nacional de maíz amarillo tecnificado alcanzó únicamente las 920.000 toneladas en 2024, lo que equivale a menos de 1 millón de toneladas anuales, es decir, Colombia solo produce el 14,2 % del maíz amarillo tecnificado que demanda la agroindustria del alimento balanceado y de la proteína animal.
La zona de mayor producción de maíz amarillo tecnificado en Colombia es la Altillanura, donde se sembraron 74.319 hectáreas el año pasado, lo que representa el 46,7 % del total del área de este cultivo en Colombia.
Por su parte, la producción nacional de frijol soya fue de 295.485 toneladas en 2024, lo que permitió una reducción del 8,5 % en las importaciones de esta materia prima. Las importaciones pasaron de 484.715 toneladas en 2023 a 443.473 toneladas en 2024, una disminución aproximada de 41.242 toneladas.
La zona de mayor producción de frijol soya en Colombia también es la Altillanura, donde se sembraron 79.325 hectáreas de frijol soya en 2024, lo que representa el 87,4 % del total del área de este cultivo en Colombia.
Finalmente, en cuanto a la torta y/o harina de soya, se importaron 1.708.742 toneladas, lo que indica un mayor consumo de torta y/o harina de soya en comparación con el frijol soya como fuente de proteína por parte de la industria de los alimentos balanceados y de proteína animal.
La producción nacional de torta o harina de soya es escasa; se produce mayoritariamente para autoconsumo por empresas como Alianza Team y Aliar – La Fazenda.
C.I.: ¿Cuándo y cómo surgió el proyecto ‘Soya-Maíz: Proyecto País’?
- Arturo Dajud: Esta es una iniciativa privada fundada hace cinco años, en plena pandemia. Integra toda la cadena de valor desde la producción primaria hasta el mercado final, abarcando tanto la elaboración de alimento balanceado como la producción de proteína.
Durante ese período, la humanidad enfrentó dos situaciones críticas: la suspensión temporal de la cadena global de suministro impidió el tránsito de mercancías y pasajeros, y se implementó el confinamiento a nivel mundial.
En este contexto, un grupo de empresarios comenzó a analizar la capacidad de Colombia para garantizar la seguridad alimentaria y el acceso a los alimentos. De este análisis surgió la cuestión de cuáles deberían ser las acciones presentes y futuras en un sector agroalimentario nacional en particular que tuviese un mercado interno importante y fuera determinante para garantizar la seguridad alimentaria de los colombianos.
El maíz y la soya emergieron como las principales materias primas que respondían eficientemente a esta necesidad. El maíz como fuente de energía y la soya como fuente de proteína vegetal. Ambos insumos son fundamentales en la elaboración de alimento balanceado, esencial para la producción de huevo, pollo, cerdo y pescado en Colombia. Es fundamental recordar que la proteína desempeña un papel esencial en el funcionamiento del organismo del ser humano, ya que está directamente vinculada a múltiples funciones vitales.
El objetivo principal del alimento balanceado es asegurar una producción de proteína eficiente, de bajo costo y bajo estándares de inocuidad; además, representa entre el 70 % y el 80 % del costo de producción, dependiendo del tipo de proteína.
Hoy Colombia tiene disponible proteína de bajo costo como el huevo, el pollo, el cerdo, el pescado y la leche, principalmente, gracias a los esfuerzos combinados de los empresarios de la industria de los alimentos balanceados y de la producción de proteína.
C.I.: ¿Qué se busca con ‘Soya-Maíz: Proyecto País’ y dónde concentra sus esfuerzos?
- Arturo Dajud: La iniciativa centra sus esfuerzos en reducir el volumen de las importaciones mediante el fortalecimiento de la producción nacional competitiva, guiándose por cuatro principios: (1) compra directa al productor, (2) venta anticipada de una porción de la cosecha, (3) establecimiento de precios en paridad internacional (referenciados en la Bolsa de Chicago/TRM más bases) y (4) entrega de grano seco en la planta del comprador bajo condiciones de calidad.
Hoy el enfoque se dirige a la Altillanura Colombiana, región perteneciente a la Orinoquía, donde la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA) identificó cerca de 5 millones de hectáreas aptas para el cultivo de maíz tecnificado de clima cálido, dentro de la frontera agrícola nacional en el Meta y Vichada. Al tratarse de un sistema productivo basado en la rotación de cultivos, esta misma superficie es destinada al cultivo de soya durante el primer semestre y al maíz como siembra de rotación en el segundo semestre.
Históricamente, los suelos de la Altillanura eran considerados no aptos para la agricultura debido a su alta acidez y elevados contenidos de hierro y aluminio, lo que limitó su uso a una ganadería poco rentable. Pero, gracias a trabajos realizados por el CIAT, CIMMYT, la transferencia de conocimiento desde Brasil (Estado del Mato Grosso) y el compromiso del empresariado colombiano, se ha logrado mejorar la composición química de los suelos, promoviendo su fertilidad, biodiversidad y capacidad productiva, transformando así esta zona históricamente relegada y abandonada, en un área rentable, competitiva y sostenible social y ambientalmente para la producción de alimentos en Colombia.
La producción de maíz y soya en la región, actualmente, incorpora principios de agricultura regenerativa, como la rotación de cultivos, el uso de coberturas vegetales, prácticas de agricultura de precisión, mínima o nula labranza, eliminación de la quema de rastrojos y la sustitución progresiva de insumos químicos por alternativas biológicas. Asimismo, debemos destacar que el sistema de rotación soya y maíz con los cultivos coberturas (brachiaria, mileto (millo), frijol mungo/caupí y crotalaria, entre otros) ayudan a la fijación natural de CO2 y favorece el aumento de la materia orgánica en los suelos.
Todo este esfuerzo en términos de recursos económicos, transferencia de conocimiento, adopción de buenas prácticas agrícolas y ambientales, y a un buen régimen de lluvias (2.500 milímetros promedio año), ha permitido aumentar la productividad en tierras previamente estériles y no aptas para la agricultura, alcanzando rendimientos muy similares a los obtenidos en el estado brasileño de Mato Grosso.
En el caso del maíz tecnificado, algunos empresarios agrícolas de la Altillanura han logrado producciones superiores a las 8 o 9 toneladas por hectárea, e incluso se han reportado casos en lotes con rendimientos de 10 y hasta 12 toneladas por hectárea. Estas cifras superan el rendimiento del promedio nacional de maíz tecnificado en Colombia, que en 2024 fue de 5,57 toneladas por hectárea, según datos de Fenalce.
Es importante destacar que no se requiere deforestación para el desarrollo agrícola, pecuario o forestal en la zona, ya que existe disponibilidad de áreas suficientes sin comprometer los corredores ecológicos ni los bosques de galería.
C.I.: Ante las actuales coyunturas comerciales de Colombia, ¿por qué es fundamental este proyecto para el sector?
- Arturo Dajud: La disponibilidad de proteína en Colombia es producto del compromiso de los sectores empresariales dedicados tanto a la producción de proteína como a la elaboración de alimento balanceado. Sin embargo, las principales materias primas utilizadas, como el maíz, la soya y sus derivados (aceite y torta de soya), son en su mayoría importadas principalmente de Estados Unidos y en menor medida de Brasil y Argentina.
Para ilustrar el nivel de dependencia, Colombia ocupa el tercer lugar como destino de las exportaciones de maíz de Estados Unidos, después de México y Japón, y es el principal destino en Sudamérica. Asimismo, Colombia es el segundo mayor importador mundial de torta y/o harina de soya proveniente de ese país. Esta dependencia nos expone a riesgos de abastecimiento asociados a cambios en el orden mundial del comercio, el cambio climático y factores geopolíticos.
Si por alguna razón Colombia se viera imposibilitada para importar estas materias primas, se vería afectada la producción de alimento balanceado y, por ende, la disponibilidad de huevo, pollo, cerdo y pescado. Esto generaría un problema en el suministro alimentario para la población nacional y provocaría un incremento en los precios de la escasa proteína disponible, contribuyendo así al aumento de la inflación asociada a los alimentos.
Esto se debe a que actualmente no es posible reemplazar en el corto plazo el total de las importaciones con producción nacional competitiva por dos razones:- No tenemos las áreas de cultivos suficiente de maíz y soya competitiva a pesar de tener las extensiones de tierra dentro de la frontera agrícola nacional con vocación para estos cultivos y el agua de lluvia suficiente en la Altillanura.
- No disponemos de la seguridad jurídica, las semillas, la maquinaria, los insumos, el financiamiento, el personal capacitado suficiente, la infraestructura vial ni centros de acopio, entre otros factores.
- Sin embargo, existe la posibilidad de desarrollar un millón de hectáreas en la Altillanura de manera rentable y competitiva para avanzar hacia el autoabastecimiento de estas materias primas, considerando la disponibilidad de tierra, agua y un amplio mercado interno. Esto permitiría potenciar la región, generar empleo, contribuir con impuestos y promover el desarrollo en equilibrio con el medio ambiente y las comunidades locales
C.I.: ¿Cuáles son las metas concretas para reducir la dependencia de importaciones en los próximos años?
- Arturo Dajud: Nuestro sueño es desarrollar un millón de hectáreas en la Altillanura colombiana (Orinoquía) para cada uno de los cultivos del sistema de rotación: soya y maíz amarillo. De cumplirlo, Colombia lograría el autoabastecimiento nacional de estas materias primas clave para la producción de alimento balanceado y proteína animal. Se reduciría significativamente la alta exposición del país a los riesgos asociados a la geopolítica, los cambios en las reglas del comercio internacional, los conflictos armados y el cambio climático. Además, este desarrollo agroindustrial convertiría a la Altillanura —una región históricamente olvidada y rezagada— en un motor de crecimiento y progreso nacional.
El reciente estudio de Fedesarrollo llamado "Propuesta para el Desarrollo de la Orinoquía", liderado por Rafael Puyana, investigador asociado de esta institución, concluye que es posible desarrollar 2 millones de hectáreas al año 2045 con altos niveles de productividad y fuertes encadenamientos productivos. El impacto estimado de esta transformación sería un Valor Presente Neto (VPN) de $800 billones, equivalente al 51,2 % del PIB nacional de 2023, y la generación de aproximadamente 54.000 empleos anuales.
Sin embargo, si no se resuelven los problemas estructurales que hoy limitan el desarrollo de la Altillanura, la proyección de crecimiento para los próximos cinco años, sería limitada a apenas 350.000 hectáreas en rotación soya-maíz, lo que representaría un aumento de solo 200.000 hectáreas respecto a las 150.000 cultivadas en soya y maíz en 2024.
C.I.: ¿Qué barreras estructurales deben superarse para que Colombia sea competitiva en la producción de cereales frente a países como EE. UU., Brasil o Argentina?
- Arturo Dajud: Para que Colombia sea competitiva en la producción de maíz, soya y sus derivados frente a otros países, y pueda garantizar el autoabastecimiento de estas matarías primas esenciales para la industria de alimentos balanceados y la producción de proteína animal, se plantea la necesidad de sembrar un millón de hectáreas en el sistema de rotación soya maíz por cultivo en la región de la Altillanura colombiana.
Este meta enfrenta cuatro barreras estratégicas que deben ser superadas para atraer inversión privada, lograr una agricultura rentable y sostenible social y ambientalmente frente a competidores internacionales como Estados Unidos, Brasil y Argentina:
- Seguridad jurídica y física: es necesario un marco legal estable y condiciones de seguridad en la región para generar confianza entre inversionistas y facilitar el uso productivo de suelos naturalmente ácidos y de baja fertilidad. El estudio de Fedesarrollo (Propuesta para el Desarrollo de la Orinoquía), recomienda, como una medida para resolver el problema de la inseguridad jurídica, tramitar una Ley Especial para la Orinoquía ante el Congreso de la República, en la cual se debe replantear el concepto de la Unidad Agrícola Familiar (UAF).
- Disponibilidad de enmiendas agrícolas: la cal dolomita es fundamental para mejorar los suelos de la Altillanura. Aunque hay esfuerzos de producción desde el Huila y el piedemonte llanero, la oferta actual es insuficiente y encarece los costos logísticos.
- Material genético de soya alto rendimiento y estabilidad: la baja disponibilidad de variedades de soya convencionales y biotecnológicas limita los rendimientos en Colombia (2,5 ton/ha). Para esto, se colabora con empresas líderes como Stine Seeds y Corteva Agriscience, para establecer la posibilidad de importar genética de soya adaptada al trópico.
- Infraestructura vial y de postcosecha: las vías en mal estado, especialmente entre Puerto Gaitán y el Vichada, dificultan la comercialización de las cosechas y el ingreso de los agroinsumos a estas zonas. Es urgente mejorar la infraestructura vial y desarrollar capacidades para el secado, almacenamiento y transformación industrial de la soya (extracción aceites, harinas y productos intermedios).
Superar estos retos permitirá el desarrollo sostenible de la Altillanura como una región agrícola, social y ambientalmente estratégica, clave para la seguridad alimentaria del país y la competitividad del sector agroindustrial del maíz, soya y la proteína animal.
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