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La industria de la difamación

The New York Times Company06-05-2021

Tiempo de lectura: 15 minutos

Por Aaron Krolik and Kashmir Hill

¿Cómo eliminar la difamación en los sitios web?

 Quería difamar a alguien.

Mi colega Kashmir Hill y yo queríamos saber quién es responsable —y quién se beneficia— del ecosistema creciente de sitios web cuyo objetivo principal es destruir reputaciones.

Así que escribí una publicación desagradable sobre mí mismo.

Luego vimos cómo una constelación de sitios duplicaba mi creación. Para conseguir eliminar las calumnias, mucha gente contrata a una empresa de “gestión de la reputación”. En mi caso, iba a costar cerca de 20.000 dólares.

Pronto descubrimos un secreto, oculto tras una cortina de humo de empresas e identidades falsas. Las personas que facilitan la calumnia y los autoproclamados chicos buenos que ayudan a eliminarla suelen ser la misma persona.

La calumnia

A primera vista, los sitios web parecen de amateurs.

Tienen nombres como BadGirlReports.date, BustedCheaters.com y WorstHomeWrecker.com. Las fotos están mal recortadas. La gramática y la ortografía son un detalle secundario. Son torpes y con mucho texto, como si estuvieran pensados para ser leídos por máquinas, no por humanos.

Pero no hay que subestimar su poder. Cuando alguien te ataca en esos sitios llamados de quejas, los resultados pueden ser devastadores. A principios de este año, escribimos sobre una mujer de Toronto que envenenó la reputación de decenas de sus supuestos enemigos publicando mentiras sobre ellos.

Para evaluar el impacto de las calumnias, creamos un programa informático que descargaba todas las publicaciones de una decena de los sitios de quejas más activos: más de 150.000 publicaciones sobre casi 47.000 personas. A continuación, incluimos un rastreador web que buscó en Google y Bing a miles de personas que habían sido atacadas.

Para aproximadamente un tercio de las personas, los mensajes desagradables aparecían en las primeras páginas de sus resultados. Para más de la mitad, los sitios de quejas aparecían en la parte superior de sus resultados de imagen.

A veces, los motores de búsqueda van más allá de una simple lista de enlaces; muestran lo que consideran las frases más relevantes sobre lo que se está buscando.

Una mujer de Ohio fue objeto de tantas publicaciones negativas que Bing declaró en negrita en la parte superior de sus resultados de búsqueda que “es una mentirosa y una infiel”, del mismo modo que afirma que Barack Obama fue el presidente número 44 de Estados Unidos. Para aproximadamente 500 de las 6000 personas que buscamos, Google sugirió añadir la frase “infiel” a la búsqueda de sus nombres.

Las afirmaciones no verificadas se encuentran en sitios dudosos y de aspecto ridículo, pero los motores de búsqueda les dan un barniz de credibilidad. Los mensajes de Cheaterboard.com aparecen en los resultados de Google junto a las páginas de Facebook y los perfiles de LinkedIn o, en mi caso, los artículos del New York Times.

Eso ya de por sí sería bastante malo para las personas cuya reputación se ha visto afectada. Pero el problema es aún peor porque es muy difícil de solucionar. Y eso se debe en gran medida a la relación secreta y simbiótica entre los que facilitan la calumnia y los que cobran por eliminarla.

La propagación

Las publicaciones que creé mostraban una selfi incómoda y me describían como un “perdedor que haría cualquier cosa para llamar la atención”. Publicamos una versión del mismo insulto en cinco sitios de quejas. Cada selfi incluía una marca de agua única que nos permitía rastrearla si aparecía en algún sitio nuevo. Para una imagen publicada en Cheaterboard.com, por ejemplo, ocultamos el nombre del dominio y la fecha en el código del archivo.

Las publicaciones se difundieron rápidamente. En dos horas, el de Cheaterboard había aparecido en FoulSpeakers.com. En un mes, los cinco mensajes originales habían generado 21 copias en quince sitios.

¿Qué sentido tenía copiar los mensajes? Una gran pista eran los anuncios que aparecían junto a ellos, en los que se ofrecía ayuda para eliminar el contenido que manchaba la reputación.

Nos pusimos en contacto con todos los sitios que habían copiado los mensajes originales. Solo dos respondieron, y solo una persona accedió a una entrevista: Cyrus Sullivan, que dirige FoulSpeakers.com.

Sullivan, de 37 años, de Portland, Oregon, lleva en el negocio de los sitios de denuncias desde 2008, cuando creó STDCarriers.com. Se inspiró en su propia experiencia; en su último año en la Universidad de Oregón, dijo, tuvo relaciones sexuales con una mujer que le dijo demasiado tarde que tenía herpes.

“Pensé que tenía que haber una forma de advertir a la gente sobre algo así”, dijo Sullivan. STDCarriers.com permitía a la gente publicar de manera anónima información no verificada sobre personas que, según ellos, tenían enfermedades de transmisión sexual.

Sullivan dijo que no había ganado mucho dinero hasta 2012, cuando STDCarriers.com atrajo la atención de los medios de comunicación nacionales. Anderson Cooper tenía un programa de entrevistas diurnas en ese momento, e hizo un segmento en el que se reprendía a Sullivan y a otros que dirigían sitios de quejas. El tráfico de la web de Sullivan se disparó, y los mensajes pronto inundaron el sitio.

Después de pasar un par de veces por la cárcel —entre otras cosas, fue condenado por enviar amenazas de muerte a una mujer y por arrojar Doritos de Sriracha a la cara de unos policías, “utilizando el polvo picante como un arma, como si fuera un rociador de gas pimienta”, según una declaración judicial—, creó FoulSpeakers.com en 2018. Se anunciaba como “un motor de búsqueda de expresiones soeces y un archivo web” que capturaba cosas horribles escritas sobre personas en otros sitios, como mi publicación en Cheaterboard.com.

Sullivan nos dijo que copiar contenido era una buena manera de atraer a la gente a sus sitios. (Dijo que no se sentía mal por difundir calumnias no verificadas. “Hay que enseñarles a los niños a no hablar con extraños, y luego a no creer lo que leen en internet”, comentó).

Sin embargo, también había un incentivo económico. Sullivan había puesto en marcha un servicio de gestión de la reputación para ayudar a la gente a eliminar la “información indeseable” sobre ellos mismos de los resultados de los motores de búsqueda. El “paquete premium” costaba 699,99 dólares. Para esos clientes, Sullivan alteraba el código informático subyacente de los mensajes ofensivos, para que los motores de búsqueda los ignoraran.

La ladrona de cajas fuertes

Algunas empresas de gestión de la reputación utilizan tácticas de confrontación para conseguir que se retiren las publicaciones. Pero las relaciones más cordiales son la norma.

Por ejemplo, los anuncios de 247Removal.com aparecen en una decena de sitios web de quejas prominentes, y se adjuntaron a algunas de las publicaciones sobre mí. La propietaria de 247Removal es Heidi Glosser, de 38 años. Dijo que no sabía cómo sus anuncios habían llegado a esos sitios.

Glosser cobra 750 dólares o más por la eliminación de una publicación, lo que supone miles de dólares para la mayoría de sus clientes. Para conseguir la eliminación de las publicaciones, dijo, a menudo paga una “cuota administrativa” al webmaster del sitio de quejas. Le preguntamos si eso era extorsión. “No puedo dar una respuesta directa”, señaló.

En la primera página de los resultados de búsqueda de Glosser en Google hay un enlace a una sentencia judicial relacionada con su condena de 2003 por robo y hurto de cajas fuertes. “No está relacionada conmigo”, dijo. Nos instó a hacer una comprobación de sus antecedentes, lo cual confirmó su implicación.

Glosser dijo que había decidido tratar de ayudar a las personas a mejorar su reputación en línea en 2018, después de ver un documental de once minutos sobre el porno de venganza. La cinta se centraba en Scott Breitenstein, un exfontanero que dirigía sitios que alojaban fotos de personas desnudas que fueron publicadas sin su consentimiento.

Los sitios controlados por Breitenstein también eran lugares de denuncias no verificadas sobre personas infieles, estafadores, depredadores, morosos y “potenciales clientes”. Tras la publicación del documental, Breitenstein comunicó a sus socios comerciales que había vendido sus sitios web. No respondió a las peticiones de comentarios.

Glosser dijo que su objetivo era ayudar a las víctimas de Breitenstein y su calaña.

       
Una firma improbable

Nos dimos cuenta de que el mismo anuncio seguía apareciendo en las publicaciones que proliferaban acerca de que yo era un perdedor. Era un simple anuncio de texto de algo llamado RepZe.com: “Elimina contenidos de sitios de personas infieles”.

La mayoría de los anuncios de la barra lateral son programáticos. Eso significa que son ofrecidos por una red publicitaria sin la participación de las personas que dirigen un sitio, y cambian cada vez que lo visitas. Este no era el caso aquí. Los anuncios de RepZe eran permanentes y estaban integrados en el código de los sitios web.

Cuando Kashmir llamó a RepZe, una mujer que se identificó como Sofía se negó a responder a sus preguntas y le dijo que enviara un correo electrónico a la empresa. Nadie respondió a los correos electrónicos.

Cuando me puse en contacto con RepZe a través de un formulario de su sitio web para pedir que eliminaran uno de los mensajes sobre mí, Sofía me llamó. Me dijo que, por 1500 dólares, la publicación se eliminaría en 24 horas. La eliminación tendría una “garantía de por vida”, agregó.

Me animó a actuar con rapidez. “No quiero asustarte, pero estos mensajes pueden propagarse”, advirtió.

Llegados a este punto, pensamos que, cuando alguien pagaba a una empresa como RepZe para que eliminara una publicación, RepZe pagaba al sitio de quejas para que la borrara. Pero nuestra comprensión resultó estar, en el mejor de los casos, incompleta.
        

  • Hemos investigado a clientes reales de RepZe. Todos nos contaron la misma historia. Habían contratado a la empresa para que eliminara las publicaciones negativas sobre ellos, lo que rápidamente hizo. Pero luego RepZe amenazaba con que, si no se pagaban rápidamente los miles de dólares que los clientes habían acordado pagar, las publicaciones reaparecerían y se multiplicarían.

Un representante de RepZe escribió en un mensaje a un cliente, que publicó capturas de pantalla del intercambio en Facebook: “El contenido será restaurado”.

Luego, meses después, las publicaciones volvían a aparecer.

Un cliente descontento creó RepZeFraud.com bajo el seudónimo de Greg Saint. Dijo que había pagado a RepZe 4000 dólares en 2019 para que eliminara dos publicaciones negativas. Meses más tarde, dijo, las copias de las publicaciones comenzaron a reaparecer en línea, y sospechó que RepZe era responsable. Creó RepZeFraud.com para exponer a la persona que creía que estaban realmente detrás del servicio: un desarrollador web de 28 años en India: Vikram Parmar.

Una pista en los metadatos

La primera vez que oímos el nombre de Parmar fue meses antes, a través de Aaron Greenspan, desarrollador de software de California.

Greenspan dirige PlainSite.org, que publica documentos judiciales y facilita así la búsqueda de los antecedentes penales de las personas. Dijo que una de esas personas, un asesino convicto, había intentado destruir su reputación en línea y la de su familia.

Greenspan podría haber pagado para que se eliminaran los mensajes, pero no le gustaba la idea de pagar un rescate. En lugar de esto, se propuso desenmascarar a quienes estaban detrás de los sitios y de las empresas de gestión de la reputación. Pero fue más fácil decirlo que hacerlo.

“No se sabe dónde está, quién lo dirige, quién lo aloja”, dice. “Así es como evaden cualquier responsabilidad”.

Los sitios web utilizan lo que se conoce como servicios de proxy de privacidad para ocultar quién es su propietario y dónde están alojados. Greenspan rastreó las pistas digitales y los juicios relacionados con estos sitios —que empezó a catalogar en PlainSite— para trazar un mapa de esta industria. Llegó a la conclusión de que muchos sitios parecían ser propiedad de un pequeño puñado de personas. Cada vez que se ponía en contacto con uno de ellos, esa persona le señalaba a otros y le decía que eran los verdaderos malos actores.

Greenspan se puso en contacto con RepZe, que tenía anuncios junto a muchos de los mensajes que le atacaban. Fingió ser un cliente interesado. RepZe le dio un presupuesto de 14.800 dólares para eliminar diecisiete mensajes. La empresa le envió un contrato. Greenspan miró los metadatos del documento y encontró a “Vikram Parmar” como autor.
        

  • Greenspan envió a Parmar un mensaje por Skype en septiembre de 2019. Comenzaron a chatear. (Greenspan nos mostró capturas de pantalla de los chats). Le exigió a Parmar que eliminara las publicaciones sobre él de forma gratuita. Parmar eliminó una en DirtyScam.com, y luego su conversación se volvió más amistosa.

Parmar se quejó con Greenspan de la avaricia de los propietarios de otros sitios de denuncias. Uno de ellos era un tipo de Ohio llamado Scott Breitenstein, que, según Parmar, era dueño de cientos de sitios que robaban contenido original de los “legítimos”.

Parmar le dijo a Greenspan que había tenido que pagar a Breitenstein para que retirara las publicaciones copiadas. Dijo que Breitenstein le había indicado que enviara los cheques a otra persona. Su nombre era Heidi Glosser.

      
Mi experimento termina

Tres meses después de que comenzara mi experimento, mis resultados de búsqueda estaban sufriendo las consecuencias. Bing me recomendó añadir “perdedor” a la búsqueda de “Aaron Krolik”. Cuando se buscaba mi nombre en Google, Cheaters.news aparecía en la parte superior de los resultados de las imágenes.

No hay forma de borrar los mensajes que escribí; los sitios de calumnias no lo permiten. Según las estimaciones de los servicios de eliminación, me costaría cerca de 20.000 dólares retirar los mensajes, e incluso entonces podrían aparecer más mensajes en su lugar.

Hay otra forma de reducir el impacto de las publicaciones. En determinadas circunstancias, Google elimina el contenido perjudicial de los resultados de búsqueda de los individuos, incluidos los enlaces a “sitios con prácticas de eliminación abusivas”. Si un sitio cobra por eliminar publicaciones, se puede pedir a Google que no lo muestre en sus resultados.

Google no ha publicitado ampliamente esta política, y pocas víctimas de las calumnias en línea parecen saber que es una opción. Esto se debe, en parte, a que cuando buscas en Google formas de limpiar tus resultados de búsqueda, la solución de Google queda enterrada bajo anuncios de servicios de gestión de la reputación como RepZe.

Finalmente encontré el formulario de Google. Envié una reclamación para que se eliminara una URL. “Su correo electrónico ha sido enviado a nuestro equipo”, me dijo Google.

Tres días más tarde, recibí un correo electrónico de Google diciendo que la URL se eliminaría de mis resultados de búsqueda. Más tarde, ese mismo día, ya no estaba. Envié los otros 25 enlaces. También fueron eliminados, pero las imágenes de los sitios de quejas seguían apareciendo en mis resultados de búsqueda.

Otras personas que han utilizado el formulario de Google han tenido experiencias similares: la mayoría de las veces funciona, pero es menos eficaz para las imágenes. Y si tienes un atacante que no deja de escribir publicaciones sobre ti, es casi inútil. La calumnia permanece.

Parmar, un autodenominado experto en cómo influir en los resultados de las búsquedas, ha tomado recientemente medidas para pulir su propia reputación. Más o menos cuando empezamos a intentar contactarnos con él, empezaron a aparecer artículos en internet en los que se le calificaba de forma elogiosa.

Uno de ellos hablaba de su “historia de éxito”. Otro, en Freelancer.com, decía que su negocio de mercadotecnia web generaba 2 millones de dólares al año en ingresos. Parmar dijo que había comprado autos para él y su familia.

“Vivo como JE-FE”, dijo.
        

  • Cyrus Sullivan, que dirige FoulSpeakers.com, en Portland, Oregon, el 13 de abril de 2021. (The New York Times)
  •  Heidi Glosser, propietaria de 247Removal.com, en Ohio, el 16 de noviembre de 2020. (The New York Times)

 

c.2020 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por The New York Times Licensing Group

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