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Diario de la pandemia de Gemma Correll: justo como cualquier otro diario

The New York Times Company04-12-2020

Por Erin Griffith

Diario de la pandemia por Gemma Correll
La pandemia de coronavirus ha cambiado poco la vida cotidiana de Gemma Correll, una dibujante de carácter introvertido y amante de los pugs que se define como una “antimiembro de la alta sociedad”, que vive en Orange, California.

“Siempre trabajé desde casa, tomaba el café de la mañana acompañada de mis perros y nunca iba a ningún lado”, expresó.

Pero ella ha notado una diferencia: la gente está un poco más enojada de lo normal en las redes sociales donde, entre Instagram y Facebook, Correll tiene más de un millón de seguidores. Ella intenta hacer malabares entre promover su trabajo, conectar con sus seguidores, particularmente en el tema de salud mental y lidiar con, bueno, los alborotadores. “Ahora mismo hay bastante disgusto”.

También existen partes positivas en esta cuarentena. El trabajo con patrocinadores y editoriales ha disminuido por lo que Correll, de 35 años, tiene más tiempo para dedicarse a otros proyectos para los que siempre estuvo muy ocupada como una novela gráfica que ha estado planificando durante años. Explica que hace una década, cuando se inició como caricaturista, aceptaba cualquier trabajo, pero ahora que su perfil ha crecido, su interés se ha enfocado en proyectos más personales.

Correll también ha estado cultivando aficiones mediocres que no pueden ser monetizadas. Para los artistas independientes que se centran en conseguir, crear e impulsar su trabajo, pasar tiempo en cualquier otra cosa que no promueva directamente sus ambiciones puede parecer egoísta, pero ese es precisamente el punto.

LUNES

  • 6:00 a. m: Despierto cuando mis perros, Zander, un perro de 3 años resultado de la mezcla de Chihuahua y pug, y Mr. Pickles, un pug de 10 años, me ladran para pedir comida. Bebo un poco de té y trato de leer las noticias en mi teléfono, pero no funciona el wifi, así que desisto y vuelvo a dormir.
     
  • 8:00 a. m.:  Me apresuro a levantarme de la cama por segunda vez, aturdida y de mal humor, y saco a pasear a Zander. Tomo un café en Portola Coffee Roasters y camino alrededor del campus de la Universidad Chapman, que ha estado encantadoramente silencioso desde que comenzó l cuarentena. Me aprovecho de la conexión inalámbrica gratuita de la universidad para revisar las noticias y los correos, así como para jugar “Words With Friends”.

    Estoy tratando de alejarme lo más posible de las redes sociales. Recientemente, comencé a utilizar un medidor de estados de ánimo y descubrí que mis peores días son aquellos en los que estoy mucho tiempo pegada a la pantalla.
     
  • 2:50 p. m.: Parte de mi trabajo comercial ha disminuido por el virus, así que ahora tengo tiempo para desarrollar una propuesta editorial que he estado planificando durante los últimos cinco años. Es una novela gráfica basada en mi experiencia con la ansiedad. Quiero crear un libro que desearía haber tenido cuando era una adolescente que batallaba sin saber lo que le estaba pasando. Tengo libretas y cuadernos de dibujos llenos de ideas, pero están en completo desorden, así que los reúno todos y los adjunto a una nueva propuesta editorial que le envío a mi agente. Cuando comenzó la cuarentena, tenía muchos planes a lo grande que no se han materializado, pero ya taché uno de mi lista.

    Luego trabajo en los borradores —bocetos iniciales que hago antes de dibujar la versión final— de la portada de un nuevo libro de escuela secundaria que estoy ilustrando llamado “The Day the Screens Went Blank” (el día que las pantallas se apagaron), del comediante Danny Wallace.
  • 4:00 p. m.:  Salgo a correr. Objetivamente, soy mala para correr y lo odio porque siento que todos me miran y/o se ríen de mí, así que trato de que sea tolerable y me pongo a escuchar la banda sonora de “John Mulaney & the Sack Lunch Bunch”. Me estiro al terminar de correr, mientras mis pugs lamen el sudor de mis piernas (un momento desagradable).

MARTES

  • 8:00 a. m.:  Bebo mi café con Zander, y luego paso la mañana trabajando en mi cómic quincenal para The Nib, un sitio web de historietas con la que colaboro desde el año 2014. Hice para ellos varias historietas con un tema medieval, y este es acerca de los “Negacionistas de la Peste Negra”, y juega con las teorías de conspiración en torno al coronavirus que he visto circular en redes sociales y en los perfiles de Facebook de algunos de mis familiares de mayor edad.

    Yo misma termino en una espiral digital de ridículas teorías de conspiración en torno al COVID-19, luego reviso mis viejos bocetos y encuentro notas que hice de artículos y libros sobre la vida en tiempos medievales. Con frecuencia tengo varias ideas dispares en una misma página, como un diseño para una insignia con temática de gatos, una lista de “poses de yoga para pugs”, el dibujo de un tiranosaurio, por alguna razón, y un borrador general de una historieta sobre la ansiedad telefónica. Cuando tengo la historieta planificada en mi cuaderno de dibujos, hago un boceto usando mi tableta.
     
  • 12.30 p. m.: Mi amiga Evie, también conocida como la artista tatuadora Show Pigeon, me trae comida libanesa de Byblos. Luego caminamos por Circle, el distrito comercial en Orange, y buscamos locales de antigüedades. Evie encuentra una increíble pintura antigua, hecha con la técnica por números, de “Alicia en el País de las Maravillas” que colocará en la pared de su estudio de tatuajes.

MIÉRCOLES

  • 9:00 a. m.: Nuestro wifi funciona otra vez, así que respondo correos electrónicos, pero cometo el error de revisar mi Facebook e inmediatamente lo lamento. Mis historietas no son particularmente políticas ni controversiales, sin embargo, logro perturbar a las personas de cualquier modo. Algunos comentaristas de mi reciente trabajo “8 maneras en las que no debes usar una mascarilla”, decidieron darme una lección sobre la inutilidad de usar cubrebocas. Trato de no reaccionar tanto a eso. Ser caricaturista quizás no fue la mejor elección para alguien como yo, que evade tanto los conflictos.
     
  • 11:00 a. m.: Manejo durante media hora hacia Carson para ver el nuevo centro de rescate para pugs en Los Ángeles, donde estoy pintando un mural. He podido conocer a muchos de los pugs rescatados a través de eventos como The Vegas Pug Party, donde con frecuencia tengo un puesto. (The Vegas Pug Party es exactamente lo que imaginas, con todo y un autobús de fiesta abordado por pugs que desfilan por toda La Franja).

    Para este mural, quiero hacer una escena de muchos perros, pugs y mestizos. He comenzado a usar un proyector para estos paisajes grandes porque los resultados habían sido un poco flojos cuando los hacía a mano alzada. Tomo algunas fotografías del espacio y calculo las medidas de la pared.
     
  • 2:00 p. m.: La idea original para la portada de “The Day the Screens Went Blank” era hacer que pareciese el afiche de una película de terror, pero solo con el personaje principal, que es una niña de 10 años. Pero el editor y el diseñador pidieron que se añadiera a toda la familia y se transmitiera una sensación de caos. Siempre hay mucha discusión cuando se trabaja sobre el estilo y el tono en las primeras etapas de los libros.
     
  • 5:00 p. m.:  Toco algo en mi piano digital. Creo que todo trabajador independiente debería tener una afición en la que se permita ser mediocre y, por lo tanto, no pueda sacarle rentabilidad. Cuando hago manualidades de papel maché y bordados para divertirme, comienzo a pensar: “Quizás debería hacer más de esto y venderlo”. No soy buena tocando el piano. Nunca tomé clases, así que estoy segura de que no lo estoy haciendo bien. Nadie me va a pagar por mis torpes intentos de tocar “Little Shop of Horrors” ni clásicos del jazz de los años treinta.

JUEVES

  • 9:00 a. m.: Durante una hora, me siento en el armario rodeada de almohadas y uso el micrófono profesional de un amigo para grabar una entrevista acerca de salud mental y memes para un pódcast de PopBuzz. No hago muchas entrevistas habladas ni pódcasts, y estaba muy nerviosa porque fue muy temprano y no soy una persona mañanera. Aún después de beber bastante café, mi mente seguía bastante confusa. Estoy preocupada porque quizás no dije nada útil y solo dije “Ajá” con mucha frecuencia.  
     
  • 10:30 a. m.: Hablo con mis amigos Mel y Siofra en Inglaterra. También participo en la llamada que hace mi esposo, Anthony, a sus padres en Chipre. Conversé más esta mañana de lo que usualmente hablo en una semana. Me siento bastante cansada.
     
  • 1:00 p. m.: Me quedo bloqueada en el último panel de mi primer borrador de la historieta para The Nib. La sencillez y la franqueza son muy difíciles de lograr. Elimino algunos textos innecesarios, pero necesito algún tipo de remate que señale el hecho de que la gente en la Edad Media no sabía cuál era la causa de la plaga, por lo que tenía un poco más de excusas para reaccionar de maneras ridículas, en comparación con nosotros y el actual coronavirus.

    Pensar en exceso me frustra y salgo a caminar para despejar mi mente. Caminar o hacer algo meditativo como tocar el piano o garabatear incesantemente me ayuda con frecuencia cuando sufro algún bloqueo creativo.
     
  • 4:00 p. m.: Hablo con Anthony, quien es ilustrador de arte collage, acerca de la historieta. Me sugiere una solución obvia que yo no podía ver. Con frecuencia ve cosas que ya están por terminarse y dice algo como: “¿Por qué no solo haces esto?”. Tenemos estudios separados en nuestras casas, lo que funciona muy bien porque yo escucho muchas canciones de teatro musical, pódcasts sobre asesinatos y los monólogos de comedia de John Mulaney, cosas que ya me sé de memoria y que no me distraen. Él escucha bandas de música hípster.
     
  • 5:00 p. m.: Caminata alrededor de una laguna, con los pugs y mi amiga Maritè Vargas, donde vemos pequeños peces con bioluminiscencia. Conocí a Maritè a través de mi arte de pugs, ella ayudó a organizar un evento donde dibujé retratos de mascotas con el fin de recolectar dinero para el refugio de rescate local. Su pug más viejo, Bayly, y Mr. Pickles parecen dos viejos gruñones cuando se juntan.

VIERNES

  • 11:00 a. m.: Después de mi café habitual con los perros, paso algunas horas dibujando en mi tableta el arte final de mi historieta para The Nib. El viernes suele ser el día en el que termino las cosas, entinto y coloreo en vez de generar ideas, así que es más relajado. Escucho el pódcast “My Favorite Murder” (mi asesinato favorito).
     
  • 2:00 p. m.: Trabajo en algunas páginas de mi nueva minihistorieta, que espero publicar el próximo mes. El año pasado, hice mi primera edición como un escape de ciertas ideas que no tenían un destino específico. El tema de esta nueva edición es “malo para los deportes” y la historieta se llamará “Malo para Sports Illustrated”. Es acerca de lo mala que soy para los deportes, las lecciones de educación física y mis experiencias traumáticas de la niñez. No son éxitos de ventas ni muy populares —muchos de mis dibujos están disponibles en línea de manera gratuita—, pero hacer este tipo de trabajo es divertido y me recuerda la razón por la que quise ser artista.
     
  • 5:00 p. m.: Arreglo mi estudio que comienza a estar muy desordenado con libros apilados por todas partes. Luego hago una lección de Zumba por internet y veo mi adicción actual, el programa japonés de telerrealidad “Terrace House”. Nada sucede realmente, así que es bastante relajante. Es solo un grupo de personas cocinando buena comida y yendo a citas en cafeterías. No hay mucho griterío. La gente es amable entre sí. En este momento, es como un bálsamo para la locura que ocurre afuera.

 

c.2020 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por The New York Times Licensing Group

 

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