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Bupez:
“no dar el pescado, enseñar a sembrar”

La familia Bula no sabía de piscicultura, pero sí de soñar. De ahí que los cuatro integrantes conformaran un gran equipo de trabajo que los llevó desde Bogotá hasta Sahagún, Córdoba, para abrir un cultivo de alevinos. Han pasado 16 años, de los cuales ellos se quedan solo con lo mejor: grandes enseñanzas, un producto que les ha dado alimento y un proyecto de vida que los ha beneficiado a todos.


A Miguel Bula una idea lo atormentaba: estaba seguro de que, en el futuro, tras los daños ocasionados por la humanidad, los mares se secarían y llegaría un desabastecimiento casi total de pescado. Fue tal su preocupación que, en el año 2007, tomó la decisión de que su esposa, María Alexandra Ruiz y sus hijos, María José y Miguel Ángel, dejaran Bogotá, la ciudad donde vivían, y volvieran a su natal Sahagún, Córdoba, para poner, en familia, un criadero de peces.

Del negocio, como tal, sabían poco, pero no se acobardaron. Al llegar, compraron 1.000 hectáreas de tierra y allí instalaron siete estanques básicos, sin mayor tecnología.

Durante 12 años la familia Bula aguantó mareas altas y bajas. Incluso estuvo a punto de cerrar las puertas de Bupez, su empresa, tras fuertes pérdidas en el año 2018. Pero cuando los negocios nacen del corazón y se construyen con determinación, no hay ningún obstáculo que sea insuperable.

De las malas experiencias, los Bula aprendieron la lección, se levantaron de nuevo y mejoraron las técnicas del oficio. En el año 2019 pudieron acceder a una finca más grande, donde instalaron 13 represas. Esta vez, con geomembranas, una especie de plásticos negros que recubren el estanque, evitando filtraciones; y con apropiados sistemas de aireación, que previenen que mueran los peces.

Al principio, solo dos empleados los asistían en las tareas de siembra de peces; actualmente trabajan en Bupez cuatro personas fijas y,

durante las épocas de producción (cada cuatro meses, aproximadamente), el equipo llega a 10 o 15 personas, quienes se encargan de alistar entre ocho y diez toneladas de carne de alevinos de cachama, bocachico y tilapia roja y negra; para que los integrantes de la familia Bula distribuyan, personalmente, entre los departamentos de César, Bolívar, Atlántico, Magdalena y Sucre. Las claves del éxito, en su caso, han sido poder dar la mejor asesoría a sus clientes y brindar alimentación de calidad a sus peces, basada en probióticos.

Aunque, en principio, no es un negocio que requiera de maquinaria demasiado compleja, Bupez necesita de un buen manejo del agua y, para ello, tuvo que construir un pozo de 100 metros de profundidad y dos estanques grandes (de 4.000 y 5.000 metros cúbicos) por niveles, para implementar una técnica mucho más avanzada en la siembra de alevinos. Estos proyectos se lograron materializar, en el año 2018, gracias a un crédito que obtuvo por parte de Bancolombia, entidad que conocía y confiaba en el buen comportamiento financiero de la familia, la cual ya tenía tarjetas de crédito desde la constitución de la empresa.

Así como el banco fue ese aliado que apoyó el crecimiento de Bupez, la familia Bula ha sido guardiana del bienestar y el progreso de la vereda Patio Bonito, donde viven todos sus colaboradores. A cuatro de ellos, les han regalado moto; a tres más, les dieron los recursos para cambiar sus humildes casas de bareque por sólidas viviendas de ladrillo.

En las fechas importantes, la familia Bula otorga bonos de dinero y, a principio de año, regalan kits con útiles escolares para los hijos de los trabajadores. Pero, sobre todo, en ellos se cumple el refrán de no hay que regalar el pescado sino enseñar a pescar. O, mejor dicho, a sembrar. A todos sus empleados les ofrecen alevinos para que cultiven en sus propias casas. “Estamos muy agradecidos desde que el pescado llegó a nuestras vidas. Este nos ha dado alimento, vivienda, educación profesional, nos ha permitido viajar y darnos gustos, pero también ayudar a que nuestra comunidad progrese. A Bupez le debemos nuestro proyecto de vida”, dice la joven María José.

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