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Algunas empresas dicen que les importa el clima, pero no toman medidas suficientes

The New York Times Company05-03-2021

Tiempo de lectura: 10 minutos

Por Peter Eavis and Clifford Krauss

Compromiso de las empresas y el cambio climático

Desde hace varios años, BlackRock, la gigante de las inversiones, se ha presentado como promotora de la transición a energías limpias.

El mes pasado, Laurence Fink, director ejecutivo de BlackRock, escribió que la pandemia del coronavirus “nos obligó a tener una confrontación más contundente con la amenaza global del cambio climático”, y en respuesta, la compañía expresó su deseo de que las empresas en las que invierte eliminen del medioambiente el dióxido de carbono que emiten a más tardar para 2050.

Sin embargo, en ese compromiso tan leído faltaba información crucial, como la proporción de las compañías en que invierte BlackRock que reducirán sus emisiones a cero para 2050. Fijarse esa meta y objetivos intermedios demostraría que la empresa tiene un compromiso serio y podría obligar a todo tipo de industrias a intensificar sus esfuerzos. El 21 de febrero, en respuesta a preguntas de The New York Times, un portavoz de BlackRock aclaró por primera vez que la “ambición” de la empresa es “eliminar por completo las emisiones netas en la totalidad de nuestros activos en administración para 2050”.

En una época en que las empresas de mayor talla buscan anunciar con fanfarrias su activismo ambiental, cada vez es más importante que las palabras se traduzcan en acciones.

Nombres conocidos como Costco y Netflix no han anunciado metas de reducción de emisiones a pesar de haber dicho que quieren contribuir menos al cambio climático. Otras compañías, como la gigante del sector agrícola Cargill y la empresa de ropa Levi Strauss, han expresado compromisos pero han batallado para reducir sus emisiones. Empresas tecnológicas como Google y Microsoft, cuyos centros de datos consumen enormes cantidades de energía, han reducido sus emisiones; pero incluso ellas han constatado que, en general, todavía no se cuenta con tecnología para lograr sus objetivos monumentales.

“Los informes sobre sostenibilidad que ves en el sitio web de una empresa pueden lucir fenomenales”, comentó Alberto Carrillo Pineda, fundador de Science Based Targets, una iniciativa global dedicada a evaluar los planes corporativos para la eliminación de emisiones. “Por desgracia, cuando analizas a fondo, se hace evidente que esos compromisos no tienen mucha sustancia o no tienen el alcance necesario”.

El presidente Joe Biden también ha puesto gran énfasis en el cambio climático y reincorporó al país al Acuerdo de París. Sin embargo, es muy difícil determinar cuánto se esfuerzan en realidad las empresas pues no hay estándares regulatorios que exijan la divulgación uniforme de información importante como las emisiones.

Institutional Shareholder Services es una firma de asesoría que ayuda a inversionistas a decidir su voto en las elecciones del consejo y otros asuntos corporativos. Esta firma, que utiliza datos de las empresas y hace un análisis independiente para evaluar sus acciones con el propósito de reducir sus emisiones, descubrió que un poco más de un tercio de las 500 compañías incluidas en el índice bursátil S&P 500 han establecido objetivos ambiciosos y 215 no tienen ningún objetivo. El resto tiene metas poco ambiciosas.

“Si quieren lograr las reducciones de emisiones necesarias, es urgente fijar metas más ambiciosas”, señaló Viola Lutz, subdirectora de ISS ESG Climate Solutions, una división de Institutional Shareholder Services. “De lo contrario, según nuestras proyecciones, las emisiones de las empresas incluidas en el índice S&P 500 serán del triple de lo que deberían ser en 2050”.

Las empresas con objetivos rigurosos han conseguido algunos avances. En un informe entregado el mes pasado, Science Based Targets, organismo integrado por grupos ambientales y cientos de negocios reunidos por las Naciones Unidas, señaló que las 338 grandes empresas de todo el mundo para las cuales cuenta con suficientes datos de emisiones redujeron en conjunto sus emisiones un 25 por ciento entre 2015 y 2019.

Por lo regular, las grandes empresas de la misma industria tienen datos muy distintos.

Por ejemplo, Walmart le comunica a Carbon Disclosure Project sus objetivos de emisiones y los avances conseguidos, incluida una meta para las emisiones de sus proveedores, y Science Based Targets revisó su plan. En contraste, Costco no espera tener ningún compromiso sobre la reducción de emisiones hasta finales del próximo año. Los ejecutivos de Costco se negaron a hacer comentarios.

Con frecuencia se compara a Netflix con gigantes tecnológicos como Google y Microsoft. Pero Netflix no ha fijado ningún objetivo para reducir las emisiones generadas por sus oficinas, sus actividades de producción y los servidores informáticos que emplea. “Las medidas para proteger el clima son importantes y anunciaremos nuestros planes en la primavera, incluidas metas con base en investigación científica sobre el clima”, indico la compañía en una declaración.

Es difícil reducir las emisiones. Las empresas deben medir de manera fidedigna la cantidad de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero por la que son responsables. Luego, las empresas deben encontrar fuentes de energía más limpia sin afectar sus operaciones. Si no pueden encontrar sustitutos más limpios, por lo regular las compañías les pagan a otros para que reduzcan sus emisiones o eliminen carbono de la atmósfera.

La tarea se complica todavía más cuando las empresas comienzan el proceso de eliminar las emisiones catalogadas como emisiones de Alcance 3 (contaminación causada por proveedores y clientes). Para las empresas petroleras, por ejemplo, las emisiones de Alcance 3 incluyen emisiones de los automóviles que utilizan gasolina.

Es evidente que BlackRock, gestora de 8,7 billones de dólares en activos, incluidas acciones en varias compañías, no tiene una tarea fácil. La empresa no es propietaria directa de la mayoría de las acciones y bonos que adquiere, sino que fondos de pensiones, otras empresas e inversionistas individuales le encomiendan su administración, por lo que no tiene mucha libertad para dedicarse al activismo climático. Encima, la mayoría de sus productos de inversión siguen el modelo de índices como el S&P 500, por lo que no puede evitar gestionar acciones de empresas de combustibles fósiles.

Muchas empresas de Wall Street se han comprometido a lograr emisiones netas cero en lo que respecta a sus actividades crediticias y financieras, pero no han aclarado sí esas metas se aplican a las acciones y bonos que gestionan para sus clientes. Si BlackRock decide incluir todos los activos que gestiona, podría ejercer presión para que otros gigantes financieros asuman compromisos similares, pero podría perjudicar a las industrias de los combustibles fósiles y sus partidarios políticos en el Congreso.

Más adelante este mismo año, BlackRock anunciará una meta intermedia: cuántas de sus inversiones habrán alcanzado o estarán a punto de lograr las emisiones cero en 2030.

De cualquier forma, BlackRock no deja de ser precavida cuando describe las medidas que tomará para presionar a las empresas de su cartera a reducir las emisiones. Esto le ha valido críticas de personas que desean que la compañía adopte una postura más activista. En un comunicado reciente, BlackRock dijo que tenía la intención de “incrementar el papel de los votos sobre las propuestas de los accionistas en nuestras acciones de vigilancia en torno a la sostenibilidad”.

“Podría significar muchísimas cosas, como siempre. Habrá que esperar a ver de qué se trata”, dijo Lutz de ISS.

Otras compañías que se han comprometido a eliminar emisiones enfrentan retos distintos, como coordinar acciones con proveedores y socios.

Por ejemplo, la industria del vestido. Gran parte de lo que contribuye al cambio climático se debe a su cadena de suministro. La ropa que lleva etiquetas de Levi Strauss y otras empresas por lo general se confecciona en fábricas ubicadas en lugares como China, Pakistán e India, que todavía dependen de plantas que utilizan carbón. La ropa se transporta en buques y aviones que queman diésel y combustible para avión.

De cualquier forma, cuando Levi Strauss lanzó su campaña de actividades climáticas 2025 hace tres años, su director ejecutivo, Chip Bergh, declaró: “Creemos que es tiempo de que las empresas comiencen a tener un papel más destacado en el combate de los problemas más apremiantes del mundo, como el cambio climático”.

La empresa fijó un objetivo para sus emisiones Alcance 3. Sin embargo, Science Based Targets reveló en enero que las emisiones de la cadena de suministro de Levi no habían bajado y, de hecho, habían aumentado un 13 por ciento entre 2016 y 2019.
 

  • Cargill, una de las mayores compañías estadounidenses privadas y una intermediaria importante que trabaja con agricultores y empresas de alimentos de todo el mundo, ha intentado darle prominencia al tema del cambio climático, pero ha batallado para cumplir sus metas.

La empresa compra muchísima soya brasileña, que por lo regular se cultiva en tierra que antes era bosque. En 2010, Cargill se comprometió a cumplir una meta de deforestación “cero neto” para 2020, pero no lo logró, por lo que prorrogó su meta a 2030. “No hemos claudicado en nuestro compromiso en materia de deforestación”, explicó Jill Kolling, vicepresidenta de Sostenibilidad Global en Cargill.

Los planes de la empresa muestran que las emisiones podrían aumentar en total aunque una compañía tenga la meta de reducirlas. Cargill quiere reducir las emisiones de sus cadenas de suministro globales en un 30 por ciento por tonelada de producción para 2030, meta en la que no había logrado ningún avance hasta la fecha en que se midió en 2019, según Science Based Targets. No obstante, las emisiones generales en sus cadenas de suministro quizá no disminuyan en esa proporción debido a los aumentos en la producción. “Depende de cómo crezca el negocio y eso es difícil de predecir”, aseveró Kolling.

  • Muchas empresas grandes no han fijado metas para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Otras tienen metas poco ambiciosas. (Andrea Chronopoulos/The New York Times)

 

c.2020 Harvard Business School Publishing Corp. Distribuido por The New York Times Licensing Group

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